jueves, 5 de junio de 2008


Lo que en el orden ontológico designamos con el término de disposición afectiva [Befindlichkeit] es ónticamente lo más conocido y cotidiano: el estado de ánimo, el temple anímico. Antes de toda psicología de los estados de ánimo —por lo demás aún sin hacer— será necesario ver este fenómeno como un existencial fundamental y definirlo en su estructura. La imperturbable serenidad, el reprimido disgusto de la ocupación cotidiana, el alternarse de ambos, y la caída en el mal humor, no son ontológicamente una nada, aunque estos fenómenos suelen pasar inadvertidos como lo presuntamente más indiferente y fugaz en el Dasein. Que los estados de ánimo se estropeen y puedan cambiar sólo prueba que el Dasein ya está siempre anímicamente templado. La indeterminación afectiva, a menudo persistente, monótona y descolorida, que no debe ser confundida con el mal humor, no sólo no es una nada, sino que, por el contrario, precisamente en ella el Dasein se vuelve tedioso a sí mismo. En semejante indeterminación afectiva, el ser del Ahí se ha manifestado como carga . ¿Por qué? No se sabe. Y el Dasein no puede saber tales cosas, porque las posibilidades de apertura del conocimiento quedan demasiado cortas frente al originario abrir de los estados de ánimo, en los cuales el Dasein queda puesto ante su ser en cuanto Ahí. Por otra parte, el estado de ánimo alto puede liberar de la carga del ser que se ha manifestado; también esta posibilidad afectiva, aunque liberadora, revela el carácter de carga del Dasein. El estado de ánimo manifiesta el modo “cómo uno está y cómo a uno le va”. En este “cómo uno está”, el temple anímico pone al ser en su “Ahí”.

#29 El Da-sein como disposición afectiva
Ser y tiempo
Martin Heidegger

Muy simple, si sufres un "flechazo" es porque ya estabas anímicamente dispuesto para ello. Si no hubiese sido esa persona hubiese sido otra, pero, tarde o temprano, alguien hubiese sido. El enamoramiento, como estado de ánimo, nos posee a nosotros, como nos posee un día nublado o una coca-cola fría una tarde de verano. No somos tan dueños de nuestra voluntad. Más bien es nuestra voluntad maleducada la que nos posee instalándonos en la creencia de que podemos hacer lo que queramos ¿y qué le importa a la voluntad lo que creamos o no?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Discrepo profundamente

Napoleón Lasagabaster dijo...

Debes pensar que el Destino es amigo tuyo y por eso te pone a alguien delante que casualmente (¡qué casualidad!) te gusta.

Anónimo dijo...

Ya no escribes?

laveron dijo...

¿Dónde estás ? DIOSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS. I need you.
no quiero, no puedo, no QUIERRRRRO pensar que no me avisaste.
nap
nap
nap
nap
No importa la distancia, NO IMPORTA, por ahora. Yo hace semanas que dejo mi msn, esperando.

Lorena dijo...

Espero que estés bien