Si hay psiquiatras buenos y malos es justo reconocer que hay violadores buenos y malos, y usureros buenos y malos, y camellos buenos y malos (¡ellos son los buenos!) y así con todo lo execrable. La psiquiatría es perversa en sí, propia de una época en la que la plebe espera milagros de personajes disfrazados con batas blancas y en la que las madres posesivas encuentran salida a su neurosis psiquiatrizando a sus hijos.
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