Para mí las mejores vacaciones eran en las que no se iba al pueblo. Sólo de pensarlo me sentía en la gloria.
La madre de la dueña de la casa (la dueña de la dueña de la casa) nunca quiere salir de su pueblo. Es una de las cosas que tiene en común con Sócrates.
Cuando la dueña de la casa se separó dejó de ir a su pueblo. Las pocas veces que lo hacía apenas traspasaba el umbral de la puerta. No recordaba ya lo que le decía a su hijo: "¿Es que no quieres ver a los primos y los tíos?". Ser dueña de la casa te permite no aplicarte nunca el cuento. Creo que se sentía muy culpable delante del gran pueblo-psiquiatra.
miércoles, 18 de febrero de 2009
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2 comentarios:
ayer, leyendo a Aratud, lo recordé...tengo que trascribirle algunas cosas.
usted tiene que sacar el poder del grito, por ahí viene la cosa...pienso
La cosa va más por el camino de no pensar y la nostalgia del reino mineral.
Saluditos!
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