lunes, 23 de marzo de 2009

"Padre, que tengo 51 años y sé cuándo tengo que comer."

¿A que molesta? ¿A que hiere? ¿A que destruye?

Ésta es la rabia que se siente cuando a uno lo tratan como a un niño imbécil. Qué lástima que nunca se haya dado cuenta de que ella siempre lo hizo. Y después de un diagnóstico de enfermedad mental aun con más intensidad.


Me aparté de la vida de la casa para no tener que sentir la obligación de dar explicaciones tan absurdas como esa, entre otros motivos.

(¡Qué liberación cuando descubrí que podía entrar y salir de esta casa sin tener que explicar a nadie adónde iba!)

Me reafirmo: si se es dueña de la casa nunca hay razones para aplicarse el cuento.

Todo lo que le reprocha a sus padre nunca tuvo contemplaciones en repetirlo con sus hijos, al menos con su hijo.

La causa de todo: una desconfianza radical.

No hay comentarios: