lunes, 10 de marzo de 2008

-te gané, te gané...


Hace unos días me ocurrió algo curioso e hiriente, algo que podría ser un reflejo de toda mi vida. El sábado, a mediodía, fui a comer, solo, como es costumbre en mí. Ahí estaban mi plato, los cubiertos, el vaso. El resto de la mesa despejada. La comida eran macarrones, y justo al lado del plato, justo al lado, sin posibilidad de pensar que fuera para otra persona, una bolsa de queso rallado.

Entonces aquella bolsa empezó a hablar: -te gané, te gané...

Todo el mundo que me conoce de algo sabe que detesto el queso, lo odio. Todo el mundo menos la persona que siempre pensó hacer todo por mi bien.

Pero seguía diciendo: -te gané, te gané...


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