domingo, 23 de noviembre de 2008

Hace años, muchos años, cuando volvimos de las vacaciones de verano en el (su) pueblo, se me ocurrió encender la luz del pasillo y decir: ¡ay, por fin en mi casa!. Entonces la dueña de la casa se dio la vuelta y me miró con cara de odio, como ella sabe hacerlo. En verdad siempre he sido un terrorista emocional para ella, pobre. Y yo sin darme cuenta.

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