martes, 22 de enero de 2008

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Un rayo de sol te atraviesa
cual la espada de la santa Teresa,
te gusta más en suelo que en la mesa
confiesa, maldita, confiesa, confiesa.

Yo le confesaré uno de mis sueños:
comerme el sol que baña a los sureños
acercarme a vos con ojos aguileños
para comerla de ósculos pequeños.

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(esto no es mío, lo encontré por ahí)

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