jueves, 23 de octubre de 2008

-

Da igual la pastilla, los efectos de la pastilla no son temibles, dan igual, son irrelevantes. Lo que importa es lo que significa: arrodillarse delante de otra persona que necesariamente no es mejor que tú. Esta idea, para un filisteo, que además sea el más diligente de los psiquiatras, suena casi a mágico. O a mágico, sin más: ¿cómo alguien puede negarse a recibir la ayuda que tanto necesita?¿es que no le parece evidente a sus propios ojos? ¡Signo inequívoco de enfermedad mental!¡Su familia lo corrobora!

En el fondo de todo late lo siguiente: hace decenios (¿desde que el curanderismo científico empezó a constituirse como disciplina independiente llamándose psiquiatría?) que un extraño miedo a la muerte se instaló dentro del cuerpo médico como un virus. Cualquier síntoma alejado del deber-ser es una imagen mortal intolerable para los ojos de la sociedad y para nosotros mismos como guardianes últimos de sus cuerpos.


-

No hay comentarios: