miércoles, 8 de octubre de 2008

Perdóname, mamaíta, tú que me odias y me amas.

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En la vida de la calle mi señora madre desprecia a personas como yo. Pero una de esas personas terminó siendo su hijo (o ya estaba determinado en parte que fuese así) y de lo que no se dio cuenta es que, entre otras razones, ella misma se preocupó mucho de su educación. Así pues, la compadezco por haberla hecho vivir en esta situación esquizofrénica y desagradabilísima durante casi veinte años. Perdóname, mamaíta. Soy un ingrato.

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