martes, 28 de octubre de 2008

Zoología


Decimos: voy a la consulta del psiquiatra.
Pero no decimos: voy a la iglesia del cura
como si el cura tuviese un título de propiedad
sobre la iglesia.
Sin embargo, el psiquiatra si mantiene una relación
especial de propiedad respecto del espacio en el que
actúa, del que sí puede llamar suyo.
La consulta del psiquiatra es el lugar en el que el psiquiatra
es psiquiatra, y nada más. Fuera de la consulta, quien fue
psiquiatra es ya un simple individuo, un individuo muy cínico y desengañado
si se quiere (y susceptible de visitar como paciente a otros psiquiatras en su consulta).
La consulta del psiquiatra es el dominio del psiquiatra, pues.

También puede verse como el ecosistema delimitado por cuatro paredes
y dos individuos en el que el psiquiatra es el predador
siempre con gesto desinteresado. La ventaja que tiene el psiquiatra en su consulta
respecto de la presa es evidente con sólo ver que se está en SU consulta. El paciente
que no puede ser apresado es expulsado fuera de la consulta. El psiquiatra-predador
dificilmente reconoce la propia debilidad cuando no puede coger a la presa.
Dificilmente el psiquiatra renuncia a no ser psiquiatra dentro de su dominio. La angustia
del psiquiatra es únicamente dable en el reciento que le deja ser lo que es.
El remedio contra la angustia del depredador son la categoría y el concepto, en la consulta, y aplicados sobre otro.

La consulta es la pequeña capilla del psiquiatra que muy probablemente
haya su fuerza moral en el mundo en no-ser-como-un-cura.
Obtiene su pequeña parcela de fe, y de satisfacción, a costa de reducir
su número de fieles habitual y con éstos
realizar sólamente una liturgia individualizada e hipócrita.
O sea, doblemente reductor.
(No-ser-como-un-cura se traduce: leer fervorosamente a Darwin,
interpretar mecánicamente a Freud, o haber recibido una subvención para investigación
de la Junta de Andalucía).

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