martes, 23 de diciembre de 2008

Lo que de algún modo me admiraba era la economía de gestos del protagonista de la película. Me hubiese gustado hacer tanto con tan pocas palabras como el personaje de Joe Black. Me sentía tan sereno, y la vez tan decidido que a veces podía parecer un idiota.

3 comentarios:

Lorena dijo...

la genialidad del silencio.

Napoleón Lasagabaster dijo...

O la idiotez de los hijos inaprehensibles.

Saludos Lorena.

Anónimo dijo...

Si el silencio no espresa nada no es genial, quizás inútil.