viernes, 5 de diciembre de 2008

"Mi hijo del alma no puede saber qué es lo que más le conviene. Para eso ya estoy yo, y si a mí no me hace caso hará caso a su padre sin que tenga que importarle haber puesto su nombre a la altura del suelo siempre que pude y mi resentimiento me dejó articular palabra. Y si no hace caso a su padre lo hará obligatoriamente delante de un amable psiquiatra, y si no, lo hará delante del mundo entero. No importa. Todo, todo, todo, hasta que entre en razón, porque él, mi muy querido y necesitado de mí, no puede saber (en verdad nunca lo supo, ¿es que ya no se acuerda de lo feliz que fue cuando era un infante y su mamaíta, yo, le protegía?) que es lo que realmente le conviene: él precisa conducir un coche como hacen todos los buenos hombres, y tener una novia que no sólo sea suya sino también mía ya que deberá pasar satisfactoriamente el escrutinio al que yo desinteresadamente la someta, necesitará vestir ropa de temporada, amar con fervor a su familia, y gastar tantos euros al mes, sobre todo si son mis euros. Todo porque le quiero y por su bien. Y porque madre no hay más que una. Y si no... lloro y llamo por teléfono a mi tite Manolo para que os pegue a todos."

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